Descripción
Amigo lector. ¡Dios sea bendito! Usted tiene en sus manos una historia más o menos verosímil. Sin embargo, será necesario que haga el esfuerzo distendido de leer también entre líneas. En todo arte, siempre hay algo que pone el destinatario; el que ve, escucha, toca… de alguna manera es parte del arte.
Ante todo, si bien hay numerosos protagonistas, hay un espacio físico de 350.000 hectáreas que no se llama Edén, por respeto al único, pero que tiene mucho de paradisíaco. Allí viven unas dos mil personas, varones y mujeres, niños y adultos. Todos ocupados en sus responsabilidad, todos felices y – lo más importante – todos viven, o se esfuerzan por vivir, en gracia de Dios; tienen el firme propósito de nunca jamás ofender a Dios. no son muchos los espacios semejantes en el universo mundo.
En el paraíso original también se metió el demonio, como aquí, pero a pesar del mal que hizo, no tuvo permanencia, también como aquí.
En trato entre los habitantes del otro lado del Mahol es fraterno, cordial, respetuoso… no hay enemigos ni adversarios ni contrincantes. Se entienden muy bien porque viven bajo la ley de Dios y todos quieren ser obedientes a la Voluntad de Dios.
En los diversos capítulos hay diseminadas ciertas afirmaciones categóricas que no cuajan ni se aceptan fuera de algunos lugares: «la vida es una respuesta», «el mal es vencido por el bien», «donde impera el pecado no hay felicidad posible», «la Justicia de Dios es su Misericordia», «el sufrimiento es una gracia de Dios para los buenos», «más vale huir del mal que llevar una corona», «el ser humano es anterior a los gobiernos», «vivir las bienaventuranzas es la felicidad del ser humano», «aprender a morir para gozar de la vida», etcétera.
Todo arte lleva el anhelo del artista de motivar placer en quienes ven, leen, escuchan, o tocan la obra. Dios es el Supremo Artista, el Artífice de cuánto existe, y todo lo hizo muy bien por amor al ser humano.
Al ser humano sólo le resta dar gloria a Dios.
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